La escapada
juliavila | 9 març 2017En el silencio de la noche solo se oía el irregular silbido del viento gélido que había pillado a toda la ciudad desprevenida. La zona industrial solía estar bajo el dominio de la oscuridad a aquellas horas de la madrugada, exceptuando algunas bombillas intermitentes que iluminaban la acera a ratos. Un gato negro apareció cruzando la calle solo para desaparecer unos segundos más tarde entre las sombras acechadoras de una de las naves.
La chica, que se mezclaba en la sombras, estaba apoyada en una pared de hormigón al lado de la carretera. Miraba la inmóvil escena con desinterés, como si ella fuera superior a todo aquello, mientras se fumaba un cigarrillo. De repente oyó el derrapar de un coche romper el silencio a pocas manzanas. Tiró el cigarrillo al suelo, sin molestarse en pisarlo al descubrirse de su escondite de oscuridad. Unos segundos después, un coche negro despampanante se paró para recibirla. Al bajar los cristales tintados ella pudo identificar al conocido conductor que le sonreía con esos dientes blancos que contrastaban tanto con su piel oscura.
-Yo conduzco- Fue lo único que dijo sin devolverle la sonrisa. Al dar la vuelta al coche y abrir la puerta, él ya se había cambiado al asiento de copiloto. Y esperó a que se abrochara el cinturón antes de pisar el acelerador. El chico siempre se reía de ella por insistir en los cinturones, cuando lo que hacían ellos normalmente no era muy precavido, pero esa noche no le dijo nada.
Mientras conducía, él no podía apartar la mirada de ella, de cómo sus mejillas se iban tintando de los diferentes colores de las luces de neón de locales que iban dejando carretera atrás.
-¿Qué?- Dijo notando su mirada.
-¿Dónde vamos?-
-Donde no nos encuentren.- Esta vez sí que se giró hacia él, topándose con esos ojos color almendra que tan bonitos, pero esta vez estaban tristes. No fue capaz de decirlo en voz alta, así que murmuró un “lo siento” que sólo ella pudo oír mientras volvía su mirada hacia la carretera.